El Desenfrenado se hizo famoso por hazañas como la siguiente:
Un día apareció, nadie sabe porqué, en una galería en la que un artista exponía su obra. El Desenfrenado paseó cuadro por cuadro mirando el arte de esos trazos desparejos, de esas líneas geométricas, de ese no saber lo que se ve. Estuvo buen rato deambulando por aquí y por allá hasta que llegado un momento se sintió estafado. A partir de entonces solamente buscó por aquí y por allá a esos típicos camareros que sirven champán y canapés.
La cosa no hubiera ido a más probablemente si el autor llamado Brad Güisqui no hubiese hecho acto de presencia. Pero ocurrió que en el lugar se encontraba, cómo no, al ser el día de estreno de su obra, su gran obra. Los periodistas aleteaban como moscas.
Y llegó la hora en la que el creador debía comparecer ante su estimado público. Para ello se había preparado una enorme sala con una tarima con micrófono para que pudiese hablar. Además, en el centro de la estancia había una misteriosa mole cubierta por un gran pedazo de tela de color lila. Los periodistas acudieron volando en cuanto se dio el aviso por megafonía, el Desenfrenado a quien despertó la curiosidad tanto revuelo también marchó hacia allá.
En seguida los flases iluminaban el lugar haciendo que pareciese una fiesta de fuegos de artificio. Y en medio de tal alboroto apareció Brad Güisqui. Llevaba coleta y gafas, vestía un traje negro y una camisa lila, del mismo lila que tapaba aquella mole que era el epicentro de los misterios.
Sus palabras no se hicieron esperar.
-Buenas noches. Me siento orgulloso de poder estar esta noche aquí con ustedes para presentarles el trabajo de mis últimos años.
Los gritos y los aplausos eran un turbión.
-Especialmente por un motivo. La última estatua que he creado tras mucho esfuerzo y dedicación. Como día de estreno que es podréis verla en exclusiva, como nadie excepto yo he hecho hasta el momento. Su nombre es... ¡Pasión Lila!
Y cuatro individuos trajeados y musculosos tiraron del manto que cubría a la estatua dejándola descubierta.
Tal estatua era un amasijo de hierros yuxtapuestos, todos, por supuesto, de color lila. Tenía formas inciertas y paralelismos abstractos. Era como si alguien hubiera imaginado que se caía que se caía, como si hubiese soñado que de repente, en la infinitud astral de las hojas de los árboles todo era perenne y caduco.
La gente se maravilló al ver tal espectáculo y al unísono se oyó un gran “¡Oh!” de admiración. Nadie sabía qué era exactamente lo que estaban viendo. Pero parecía no importar.
Mientras tanto Brad Güisqui henchía su pecho de orgullo a la par que proclamaba:
-Es mi obra perfecta, el súmmum de la evocación. ¡Pasión lila! Probablemente de todas mis obras, sea esta la que alcance la posteridad.
La gente comenzó a vitorear, e incluso unos cuantos comenzaron a alzar la mano levantando papeles como si les hubiera tocado la lotería o como si quisiesen vender todas sus acciones. El Desenfrenado ni se inmutó pero la rebelión le estallaba dentro y como antaño hiciera en el colegio, levantó también la mano y esperó a que los demás bajasen las suyas. Al ver esto el artista y tras observar que por mucho que él hablase, que lo hizo, el Desenfrenado no bajaba su brazo, se vio obligado a parar su discurso y preguntar:
-Dígame señor, ¿le pasa algo?
-Tenía una pregunta.
-Ahhh, muy bien, muy bien, pregunte, pregunte.
-Quería saber qué significa esto.
-Jajaja. ¿El qué? ¿Mi estatua? ¿Pasión lila? No es lo que significa sino lo que provoca. Lo importante es causar sensaciones, esa es la finalidad del arte, y mi obra, mi gran obra lo consigue a la perfección. ¿Lo ves? Incluso a ti te ha calado hondo.
-Pues debes tener razón. Pero me gustaría añadir que yo también sé hacer lo que tú haces, y no necesito tantos medios.
-¿Ah, sí? Me gustaría verlo. ¿Qué es lo que haces?
-Pues verá, es una especie de comunicación entre las personas. Una comunicación especial en la que se transmiten profundos sentimientos. Y le puedo asegurar que no conozco a nadie que tras mis demostraciones se haya quedado sin palabra.
-¿Pero es música? ¿Baile?
-No exactamente, es una especie interacción, con el otro. Lo más parecido que conozco en estas cosas del artisteo, es el baile.
-¿¡Y cómo no lo ha dicho usted antes!? Suba aquí y demuéstralo, creo que nuestra concurrencia no tendrá ningún inconveniente en ello.
-Noooooooo. Queeee suba. Queeee suba. – respondió la prole.
Y el Desenfrenado camino lentamente hasta la tarima y subiendo los escalones llegó a estar enfrente de Brad quien le dijo:
-Bueno, y ¿cuándo nos va a enseñar su talento?
-Ahora - ¡Plas!
El Desenfrenado le metió un guantazo al señor Güisqui haciendo que su mejilla se colorease de rojo.
-¿Pero qué hace? - ¡Plas!
Y le metió otro guantazo ante la absorta mirada del público.
-¿Está usted loco? – Y ¡Plas! Otro más.
Brad Güisqui montó en cólera y alzó su mano pegándole otro guantazo a nuestro héroe. Este no se contuvo y le metió un puñetazo al artista partiéndole algún diente. Después dijo:
-¿Lo ves? Incluso a ti te ha calado hondo.
Brad comenzó a llorar y a gritar “¡Seguridad! ¡Seguridad!” Y el Desenfrenado tuvo que huir como las aves ante el disparo.
Recuerdo que hace no mucho cuando me contaba esta anécdota me decía:
-Jamás he entendido a estos artistas, mucho causar sensaciones, pero no son capaces de aguantar nada.
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